viernes, 9 de julio de 2010

MITOS DE LA MASTERIZACIÓN

Soy asiduo a las revistas y sitios donde se hable de sonido, ya que este es para te de mi vida, pero en realidad no quiero hacer un recuento de mi vida personal sino de un documento que encontré en el sitio www.sonidoyaudio.com , que lo vi muy interesante por el tema que trataba, pero no quise consumirlo yo solo y quise traerlo para que las personas que me visitan también tengan el privilegio de leer, y de esta manera puedan adquirir más conocimiento sobre el sonido, es bueno tener en cuenta que todo no nos sabemos, que siempre hay que estudiar por que nuestro medio perennemente esta en desarrollo, por lo tanto quiero que tengan presente este escrito que me en contre en este sitio.
MITOS DE LA MASTERIZACIÓN
Como técnico de sonido, recibo periódicamente encargos de trabajos de masterizado sobre producciones de la más variada procedencia. El masterizado ha pasado a ser una etapa de vital importancia en el proceso de creación musical, puesto que influye de forma decisiva en el “impacto” que el resultado final tendrá sobre el oyente.
En primer lugar, y para aquellos que no sepan exactamente de qué estamos hablando, podríamos definir masterizado como (citando la wikipedia en inglés) como el “proceso de preparar y transferir el sonido grabado a un medio para ser duplicado en un futuro”. Siguiendo con la wikipedia, los procesos que intervienen en el masterizado son tres: secuenciar el audio tal y como aparecerá en el producto final, corregir cualquier problema con el audio como por ejemplo diferencias de volumen, balance tonal o artefactos indeseados y; finalmente, transferir el audio al formato final del master.
Entre algunos músicos (y aspirantes a la categoría) parece ser que se entiende por masterizado exclusivamente “hacer que el tema suene mejor”. Con lo que nos encontramos ante un doble problema. Primero, ¿qué se entiende por “mejor”? y, segundo, se convierte el proceso de masterizado en un mero “parche” de los defectos de la mezcla sin tener en absoluto en cuenta la verdadera esencia del masterizado que es la transferencia y adecuación del audio al formato final.












¿Y EN LA PRÁCTICA?
Para que este artículo no sea un simple ejercicio de retórica, es obligado comentar la siguiente cuestión: ¿Qué le pasa a un archivo de audio cuando es masterizado?

El técnico de masterizado realiza muchas tareas, entre otras la de asegurar a quien lo ha contratado que el material que se le entrega está en buen estado. A veces, un material rotulado como “mezcla final” o “listo para masterizar” revela defectos importantes tras una primera escucha tales como clicks minúsculos producto de problemas de sincronía de audio digital, o distorsiones que pueden variar en importancia desde lo nimio hasta lo grotesco. Una escucha correcta puede evitar que un material mal grabado o mezclado pase “el filtro de la calidad mínima” y ahorrarle al sello un embarazoso problema cuando ya han sido puestas todas las copias a la venta. Para realizar esta escucha es preciso disponer de un entorno de trabajo completamente adecuado a la tarea a realizar y en el que pueda escucharse con claridad todo el rango dinámico que debería tener la mezcla.
Cuando el material sonoro ya ha sido chequeado, empieza la parte creativa. Idealmente, una buena mezcla necesitaría unos retoques mínimos para ser publicada en CD. La idea de que el masterizado debe “transformar” el sonido viene de tiempos antiguos en los que para realizar el master de un vinilo debían eliminarse determinados componentes que podían poner en peligro el proceso de duplicado o la propia calidad del soporte. En concreto, debía evitarse un desplazamiento vertical excesivo (señal A-B) y determinadas frecuencias que podían poner en peligro la vida de la aguja grabadora (y el consiguiente percance económico). En cambio, hoy en día el técnico de masterizado realiza manipulaciones, a veces drásticas, del material sonoro que le es entregado cuando, en realidad, el formato CD no tiene las limitaciones del antiguo vinilo.
¿A qué viene entonces tanta manía con modificar “brutalmente” la mezcla en el proceso de masterizado? Debido a la popularización de los medios de producción musical, es habitual que músicos con poca experiencia, conocimientos técnicos y/o medios realicen ellos mismos sus propias grabaciones, e incluso mezclas. Si dichas mezclas fueran publicadas en el mercado, se haría evidente la diferencia de calidad entre ese sub-producto y otros realizados por técnicos de reconocido prestigio con el criterio y los medios adecuados. Ahí es donde el ingeniero de masterizado debe hacer a veces de “bombero” y apagar un fuego que podría quemar tanto al músico como a la empresa discográfica que ha depositado su confianza y su dinero en manos de una “estrella musical”.
A continuación veremos los procesos a los que se ve sometido el material sonoro y la conveniencia o no de aplicar cada uno de ellos. Sobre todo, tratando el tema de las aborrecibles “guerras de volumen”, que parecen haberse convertido en el estigma de cualquier producción discográfica de la última década.

¿PUEDE REPARARSE UNA MALA MEZCLA CON UN BUEN MASTERING?

Una vez aclarado el concepto de lo que se entiende por masterizado me gustaría repetir una vez más que el “masterizado” no es una “mezcla de calidad superior”, ni tampoco un trabajo que pretenda sustituir la importantísima labor de la mezcla. Lo menciono porque ya empieza a ser habitual oir la confusión entre una mezcla que “suena bien” y una mezcla “masterizada”. Es decir, algunos creen que una mezcla mala sencillamente necesita de un “técnico con categoría de master” para terminarla y conseguir que suene bien.
Hay algo de cierto (pero poco) en todo ello. Una labor de masterizado a veces puede salvar algunos defectos de la mezcla. Algunos y no TODOS.
Es habitual que el técnico de masterizado cuente con unos equipos y una sala acondicionada acústicamente que le permitan oir y analizar detalles que le pasaron por alto al técnico que realizó la mezcla. También es cierto que, en muchísimos casos, las operaciones de ecualización y procesado del rango dinámico realizadas por el técnico de masterizado otorgan una apariencia de “producto terminado” de la que carecen muchas mezclas salidas del estudio de grabación. Pero ello no significa que el proceso de masterizado pueda convertir una mezcla mala en un producto final fantástico, por muy bueno que sea el técnico.
Hay algunos que dicen que el masterizado siempre puede darte un “puntito” más en la nota final. Es decir, si tenías un 4,5 puede darte el aprobado. Y si tenías un 7 puede darte un 8 (¡o incluso un 9!). Pero un masterizado difícilmente podrá hacer magia y convertir una mezcla espantosa en una mezcla fantástica. Eso que quede claro.
Aunque a día de hoy las técnicas de procesamiento multibanda permitan rescatar o esconder instrumentos en una mala mezcla, hay que tener en cuenta que siempre que actuamos para resolver un problema estamos creando otro paralelo. Por eso el equilibrio que se persigue en la masterización ha de tomarse con cuidado y a base de pequeños ajustes. La intención es que si vamos a retocar algo, la mejora que buscamos compense a la pérdida que se producirá a cambio. Un claro ejemplo es cuando tratamos de sacar una mezcla afilada y brillante,... ganamos en definición del conjunto, pero a cambio se pierde sensación de fuerza en el rango grave del espectro.
Por eso se considera un arte a la masterización, al igual que otros procesos en el mundo del audio. Porque la belleza está en el equilibrio, y el equilibrio no es nada fácil de conseguir. Son todo compromiso.


ENTRESIJOS DEL PROCESO DE MASTERING

Vistos los conceptos fundamentales de la masterización, pasemos a enumerar y explicar los diferentes procesos que se realizan en esta importante etapa final en el refinamiento del audio.

Los procesos que intervienen en la labor de masterizado son básicamente 5: ecualización, compresión, procesado de estéreo, simulación de reflexiones (reverb) y eliminación de picos mediante el uso de un tipo especial de compresor llamado limitador. Aunque también hay que decir que en muchos casos cada técnico aplica su “librillo” y hay algunos que jamás aplican más de dos o tres de los procesos arriba descritos. En todo caso, siempre dependerá de las necesidades del tema (o temas) en cuestión. El orden en que se aplican estos procesos también depende del contexto y de la experiencia de cada uno. Intentaré explicarlo todo sin usar demasiados términos técnicos y, en este artículo, analizaremos los dos más importantes.
1) Ecualización:
Sirve para corregir o realzar algunas características tonales del “programa”. En la jerga profesional se entiende por “programa” al contenido sonoro que va a ser procesado. Es decir, y hablando en términos muy poco ortodoxos, pueden alterarse características tales como el “brillo”, los “graves”, etc… En realidad los técnicos de masterizado suelen realizar ajustes muy sutiles para evitar perjudicar el sentido artístico de la mezcla aunque a veces, si la ocasión lo requiere, pueden tomarse medidas más drásticas. La herramienta usada en estos casos es el ecualizador, tanto analógico como digital. Cada uno tiene sus ventajas e inconvenientes: el analógico suele impartir un “color” determinado y algunas características de respuesta “no lineal” (llamémosle distorsión, para entendernos); el digital tiene la ventaja de poder ser integrado en el software de edición y de proporcionar algoritmos (formulitas, vamos) con características imposibles de encontrar en el mundo “real”.
2) Compresión:
Sirve para reducir el “rango dinámico” del programa. ¿Y para qué iba a interesarnos reducir el rango dinámico de un sonido si los técnicos llevan años pidiendo aparatos con un mayor rango dinámico y en teoría un mayor rango dinámico es sinónimo de una mayor calidad de sonido? La respuesta a esta paradoja está en las modas. Hace 20 años era muy difícil y caro obtener los aparatos que permitían reducir mucho el rango dinámico de un programa sin que apareciesen los temidos efectos secundarios del “pumping” (bombeo) o el “breathing” (respiro) y además, el uso de tales dispositivos hubiera destapado los problemas de ruido de fondo de la tecnología de la época. Ahora, con mesas digitales, ordenadores y previos de altísima calidad a un precio más que razonable, pueden aplicarse técnicas extremas de reducción del rango dinámico y al obtenerse como efecto de las mismas un aumento del volumen aparente de la señal sonora. El material que ha sido fuertemente procesado por un compresor (o limitador, también en muchos casos) carece de diferencias de volumen entre sus fragmentos “flojos” y “fuertes” por lo que acaba sonando todo “fuerte” durante “todo el tiempo”. Ese hecho puede acabar resultando un arma de doble filo: por una parte se consiguen mezclas fuertes y potentes comparables a las demás en cualquier sitio; por otra parte, la música permanece siempre "a todo trapo", desapareciendo cualquier sutileza y perdiéndose un recurso que la música viene usando desde siglos: los reguladores dinámicos, el fraseo musical, los crescendos, etc… El resultado acaba siendo muy potente, pero agotador. Parecido a si alguien te estuviera gritando siempre, aunque bajases el volumen lo seguirías oyendo flojo, ¡pero gritando!.
Posiblemente ello esté contribuyendo a que la música sea cada vez más difícil de escuchar y canse más escucharse un LP entero de principio a fin, tal y como era habitual con la música AOR de los 70. Los técnicos vivimos esta moda con resignación y, aunque intentamos no excedernos en la reducción del rango dinámico, muchos clientes no parecen entender el problema y simplemente se quejan de que hay “otros discos que suenan más fuerte”.
De ahí las denominadas “GUERRAS DEL VOLUMEN”. Cada técnico lucha por conseguir hacer parecer sus masters lo más fuertes posibles frente a los de la competencia y en ese campo el ingenio de los profesionales se ha agudizado hasta límites insospechados. Los más chapuceros, usan el compresor-limitador con parámetros extremos con el resultado de un desagradable efecto secundario: la distorsión de intermodulación, una de las distorsiones más desagradables que existen y que no tiene nada que ver con esa distorsión cálida y a la vez agresiva de las válvulas de antaño. Otros más profesionales lo que hacen es espabilarse ya desde el proceso mismo de la mezcla, usando técnicas de gestión del espectro sonoro que refuerzan la sensación de volumen usando trucos psico-acústicos. También hay algunas herramientas “secretas” que apuran aún más ese decibelio extra que hará que tu mezcla suene más fuerte que la del vecino.

http://www.sonidoyaudio.com/sya/vp-tid:2-pid:20-mastering_de_audio__la_guerra_del_volumen.html

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