viernes, 2 de julio de 2010

COMPRIMIENDO MIS SEÑALES

Pues bien, me encuentro en mi estudio acabando de grabar a un grupo de rock del barrio, para ponerme manos a la labor con las mezclas, que es lo que más miedo me da, y lo que más tiempo me suele llevar a la hora de enfrentarme a cualquier tipo de producción, por pequeña que sea.

Lucas, el cantante del grupo, insiste en quedarse a supervisar todos los procesos de mezcla, así como “ayudarme” a conseguir el sonido del grupo, que él dice conocer perfectamente. Yo, como soy muy caballeroso, y cuento con la aptitud de convertirme en sordo cuando me conviene, accedo gustosamente a compartir mi trabajo con Lucas.


Espero que no se convierta en otra semana pesada, después de haber vivido este tipo de experiencias de “mezcla compartida” en numerosas ocasiones. A los pocos días, Lucas me contó que los músicos también tienen cierta reticencia a los técnicos de sonido, debido en parte a la sensación que suele sufrir el músico cuando siente que el técnico le da “largas” repetidamente, con frases conocidas como puede ser el “lo arreglaremos en las mezclas”. Creo que no le falta razón, y que la relación músico/técnico debería ser más estrecha y cooperativa.

Bien, pues tras tomarnos un café y charlar un poco por encima sobre las espectativas del grupo, nos ponemos manos a la obra.


Le digo, “primero voy a realizar la compresión de pistas por separado, en busca de colocar un poco las cosas en su sitio, antes de comenzar a mezclar, ecualizar y panoramizar.”

Lucas se lanza por primera vez y pregunta … ¿ pero por qué hay que comprimir??

A lo que respondo: “ Te acuerdas cuando te metías en tu habitación, de noche, cuando no te dejaban ver la tele…. Y la encendías, teniendo que estar pendiente en todo momento del volumen porque cuando el delincuente de turno se liaba a tiros tenías que lanzarte como un poseso sobre el mando de distancia para atenuar la tv?? Y volver a subir cuando cesaba la masacre, porque dejabas de escuchar bien los diálogos…. Un compresor te habría salvado, ya que se ocuparía de controlar el volumen bajo control, logrando que escucharas practicamente al mismo volumen los pasajes más tranquilos, y los más salvajes. De eso se encargan los compresores, de evitar que la señal “ se menee” tanto entre máximos y mínimos".

“Bueno, continúo… procedamos a ajustar todo este percal”.

Por primera vez le doy al “play”, y comienza a sonar un amasijo de pistas sin contundencia ninguna, y que por decirlo de algún modo, da pena escuchar. Lucas me mira con cara rara y me comenta “qué fofo suena…”. Yo le tranquilizo recordando que aún no hemos empezado y que ya verá como el asunto va cogiendo color. Me pregunta que por qué la batería suena tan floja cuando Pepe “el melenas” le había sacudido “a dolor” el día de la grabación, afirmación que yo corroboro enseñándole dos parches rotos procedentes del día de la grabación de baterías.

Le comento: “Tu oído es mucho más agradecido que la cadena de audio de mi estudio, a la hora de escuchar. Ahora lo que necesitamos es restaurar las señales para que aparenten sonar naturales, con la fuerza que tienen cuando las escuchamos en vivo, e intentaremos recuperar en parte armónicos que han quedado demasiado enterrados después de la captura, y que hace que el instrumento suene menos vivo y rico que como suena al natural. También logramos “adaptar” el rango dinámico de la señal para que se adecúe a los equipos en los que será reproducido. Los 130 dB´s de presión que soportan tus oídos (una pieza de batería alcanza picos de 120 dB´s sin inmutarse) no se corresponden con los 90, 100…. que un sistema de audio común puede entregar, por lo tanto ya estamos perdiendo, y con la compresión trataremos de recuperar esa sensación psicoacústica de ´pegada´ original.”

Lucas duda por un momento, y decide hacerme la pregunta del millón. “Y qué hace el compresor para poder restaurar la señal???”.

Pienso, cojo aire y le comento que un compresor acorta la diferencia existente entre el mínimo y el máximo volumen de una señal, actuando los más típicos exclusivamente sobre los excesos de volumen, actuando a partir de un punto que nosotros le indicaremos como umbral en el que comenzará a procesar la señal, y recortarla en base a unos parámetros que fijaremos a nuestro antojo. ¿Qué significa esto?? Pues que si tienes una señal, pongamos de ejemplo un tema musical que abarca desde 0 hasta 100 dB´s, puedes minimizar su rango dinámico comprimiéndola para así por ejemplo mantenerla entre 0 y 80 dB´s máximo. Al final añadimos 20 dB´s con el control de ganancia del compresor, para compensar la caída de 100 a 80 dB´s, y ya tenemos la misma señal, pero con menos diferencias entre los volúmenes más bajos y los más altos. Por lo tanto, todo se oirá más presente, más potente y aparente al oído. Todos estos factores ayudan a acomodar cada instrumento en la mezcla, y lo que pretendemos es que ninguno de ellos quede “enterrado”, si no es adrede. Lo que se busca la mayoría de veces con la compresión, es que los instrumentos aparenten sonar potentes, como te contaba antes.

Entonces Lucas medita un rato y vuelve a atacar… se ve que el tema le resulta interesante, y que va comprendiendo el concepto. “Oye, y …¿cómo harás para recuperar la fuerza original de la batería, si me dices que con equipos convencionales no podemos percibir tantos dB´s como emanan de una caja de batería???”

-“Intentando añadir cierta fuerza y aparente sustain a los transitorios”, respondo.

“¿También hay transistores en esto???”, me pregunta de nuevo.

Sonrío y le digo… “ Transitorios, Lucas, transitorios. Para que no te líes, imagina transitorio como el ataque de una señal, que viene definido generalmente por un momento de transición comprendido entre la solicitación de el sonido del instrumento, y su cola. Por ejemplo, cuando Jaime rasguea la guitarra para que suene, el roce de la púa con las cuerdas produce transitorios, cuando Pepe toca la batería, el contacto de la baqueta y los parches produce transitorios…etc. Es bueno mantener los primeros picos controlados, y que el resto del ataque no quede demasiado enmascarado ( esto ocurre en muy pocos m/s, sobre todo cuando se trata de instrumentos de percusión). Se trata de conseguir un ataque del instrumento natural y realista. En el caso de las baterías yo trato de lograr esa sensación de impacto que se transmite en vivo, o sea, digamos que intento “traducir” esos 120 dB´s que emanan de un instrumento de percusión al natural, para que aparenten tener la misma fuerza al reproducir esas señales a través de equipos que no gozan de tanta dinámica como nuestro sistema auditivo.

http://www.sonidoyaudio.com/sya/vp-tid:2-pid:7-introduccion_a_la_compresion.html

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